Una simple invitación a cenar
Antes de marcharse, James miró el reloj. Ya era de noche. “No quiero molestar, pero ¿te gustaría tener compañía para cenar?” Los ojos de Margaret brillaron con una mezcla de sorpresa y vacilación. “No tienes por qué…”, empezó, pero su voz se entrecortó. La verdad era que hacía mucho tiempo que no cenaba acompañada. “Sería un honor -dijo finalmente. James asintió y se arremangó. Juntos se dispusieron a preparar una comida sencilla.

Una simple invitación a cenar
Compartir historias durante la cena
Mientras estaban sentados a la pequeña mesa de madera, Margaret habló más de su pasado. Habló de su difunto marido Gerald, que había sido carpintero, y de las pequeñas cosas que echaba de menos de él. “Tenía la risa más cálida”, dijo, y sus ojos brillaron al recordarlo. James contó sus propias historias: sobre su trabajo en la fábrica, su pasión por la fotografía y cómo siempre disfrutaba ayudando a los demás. La conversación fluyó con la misma naturalidad que si se conocieran desde hacía años.

Historias compartidas durante la cena

